domingo, 4 de septiembre de 2016

(Sobre)nombres

A veces veo a mis hijos y no puedo sino ver en ellos destellos de mí, de mi mujer, y de nuestras familias. En mi hijo menor, Nicolás, veo destellos de mi hermano o de mi abuelo Avelino, quien a sus casi noventa años sigue poniendo sobrenombres a quien ve pasar. Esa fascinación por inventar palabras y ponerle nombres nuevos a las cosas y las personas. Como si el nombre común no fuera suficiente. Con su personalidad tan fuerte y extrovertida, tiene que dejar su huella por donde pasa.
A mí, me ha llamado de varias maneras, Pa, Papi, Papish, y últimamente me llama Paya. Por su puesto, a mi mujer le llama Maya.
Pero no para ahí. Hay un juego que inventó y le puso el nombre de achúa. Consiste en lanzar una pelota por las paredes del baño, mientras nos duchamos, y la debemos intentar atrapar con una paletas nerf — una especia de pelota vasca en la ducha. Hay otro juego que es mas o menos una pelea de almohadas y cosquillas, que se llama ayuyú cacacaish. Sólo me río de recordarlo.
A su hermano, Alejandro, lo llama de distintas maneras y dependiendo de su estado de ánimo. Le dice Alo de cariño como hacemos todos en casa, pero también le inventó Aloichi, Aloish, entre otros.
Tampoco se salva mi madre a quien últimamente la rebautizó de abueliza.
Para terminar, se trata de una expresión auténtica de originalidad y de su forma de ser. No le bastan nuestros nombres comunes, él puede pensar en uno nuevo, en uno mejor. De eso se trata la vida, de ver más allá cuando todos están mirando al suelo.
Nube de palabras creada con wordclouds.com

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